Esteban
Arce vs. Cardenal Rivera
Hablando
de homofobia
Por:
Geraldina González de la Vega
publicada el 8 de enero de 2010 en La Lonchería
Después de los ríos de tinta y
bilis derramados a propósito de los dichos de Esteban Arce, creo que vale la
pena reflexionar si es que existe alguna diferencia entre la crítica del Cardenal Rivera al matrimonio
entre personas del mismo sexo y la opinión de Esteban Arce sobre la
homosexualidad. Yo creo que sí, y que el del Cardenal es un mensaje que sí debe
ser tratado con cuidado.
Primero
creo que es válido copiar la nota en donde dice lo que sucedió en la Catedral:
EL UNIVERSAL El cardenal Norberto Rivera Carrera defendió este domingo la
institución de la familia, concedida desde el punto de vista tradicional como
la unión de un hombre y una mujer y criticó nuevamente la legalización de los
matrimonios homosexuales y la posibilidad que se les dio de adoptar menores de
edad.Durante la homilía que pronunció en la misa dominical dijo que además de
los ataques de la poligamia y el adulterio, hoy la familia "es agredida en
su esencia por la equiparación de las uniones homosexuales con el matrimonio
entre el hombre y la mujer hasta el punto de permitir la adopción de niños y
niñas". La iglesia enseña que el respeto hacia la personas homosexuales no
puede de modo alguno llevar a la legalización de las uniones homosexuales,
afirmó el prelado en su mensaje."El bien común exige que las leyes
reconozcan, favorezcan y protejan la unión matrimonial como base de la familia,
célula primaria de la sociedad", dijo y aseguró que reconocer legalmente
estas uniones o equipararlas al matrimonio, significaría ofuscar valores
fundamentales que pertenecen al patrimonio común de la humanidad. Estos valores
(la unidad, la indisolubilidad, la orientación hacia la responsable y sana
educación de los hijos, la formación de auténticos ciudadanos) son la esencia
de la familia. No sólo de la familia cristina, sino de la familia humana en su
verdadera dignidad", dijo.
Encuentro dos diferencias
sustanciales en la opinión de Arce y en el sermón del domingo. La primera me
parece que queda clara en la patente diferencia entre una opinión y un sermón,
la primera la da un individuo y la segunda la da un representante de la
jerarquía de una iglesia con la que los fieles tienen una relación de supra-subordinación.
Es claro que entre los fieles de la iglesia católica y los miembros de la
jerarquía católica es de esta especie, pues de acuerdo con las normas de la
misma, éstos son las autoridades encargadas de guiar la fe y las cuestiones
morales de los fieles. De tal forma que la obligación del Cardenal Rivera de no
discriminar se basa en la responsabilidad que como autoridad moral tiene. Por
otro lado, me parece que se debe diferenciar la premeditación de las opiniones
vertidas, hecho que es evidente en el sermón del domingo y que no lo es en las
opiniones de Arce. La premeditación implica que quien vierte las opiniones está
consciente de su potencialidad. Esto me lleva al objeto de las opiniones, la
opinión de Arce no tiene ningún objeto más que hacer explícito su punto de
vista y demostrar quizá su molestia con lo que la sexóloga Elsy Reyes decía. El
mensaje de Rivera tiene como objetivo luchar contra algo, lleva implícito un
mensaje de confrontación y esto es lo potencialmente peligroso.
Por otro lado, la diferencia
radica en cuanto al contenido de los dichos, pues mientras que lo dicho por
Arce era su opinión personal e implicaba un rechazo a la homosexualidad per se;
lo dicho por Rivera implica por un lado, la opinión de la Iglesia Católica como
congregación y el peso que ello conlleva; y por otro, y que me parece más
importante, es que no se trata sólamente del rechazo a los matrimonios
homosexuales, sino de las leyes aprobadas por la Asamblea Legislativa. Es
decir, lo que Rivera realizó fué el cuestionamiento de normas jurídicas,
inclusive se cuestionó la legitimidad de éstas y del partido que las impulsó.
Rivera rechazó la moralidad de normas que nuestra representación había
aprobado. Lo que más peligroso me pareció es que Rivera hablara de una agresión
a la familia y al matrimonio y dado el contexto de la confrontación entre la
comunidad LGTB y la comunidad católica (ese día afuera de Catedral se
encontraba un grupo defendiendo los derechos de la comunidad gay) me parece de
una gran irresponsabilidad instigar a los fieles (recordemos que el Cardenal es
una autoridad moral) a defender aquello que este grupo minoritario “busca
quitarles”.
El filósofo inglés John Stuart Mill defiende la
postura más liberal respecto de la libertad de expresión, pero aún así distingue
entre el ño legítimo y el ño ilegítimo. El ño ilegítimo, explica, es aquél que causa una
violación directa y clara a los derechos y en consecuencia la libertad de
expresión puede ser limitada. Para determinar qué es una violación clara y
directa a los derechos habrá que acudir al núcleo de protección del derecho que
se cree violado. También, se ha intentado medir el perjuicio social de los
discursos a través de la Escala de Perjuicios de Allport, desarrollada por el
psicólogo Gordon Allport en 1954: Escala 1, Antilocución. Escala 2, Evasión o
aislamiento. Escala 3, Discriminación. Escala 4, Ataque físico. Escala 5,
Exterminación. El término de la Escala 1 –Antilocución- definido por Allport,
se refiere a las observaciones verbales contra una persona, grupo o comunidad
que no son directamente dirigidas hacia un objetivo. Antilocución significa
entonces que un grupo mayoritario se siente libre para hacer bromas acerca de
un grupo minoritario. El discurso se presenta en términos de imágenes y
estereotipos negativos que son vistos por la mayoría como inocuos. Para Allport
la Antilocución puede no ser ñina a primera instancia, pero puede ser el comienzo
para manifestaciones más severas de prejuicios y normalmente crea el ambiente
en donde la discriminación es aceptable.
El caso de Esteban Arce si bien se
ajusta a la definición de Antilocución, no me parece que merezca más tinta de
la que ya ha derramado. Se trata de la desinformada y ofensiva opinión de un
conductor de Tevé que se siente cómodo frente a su auditorio diciendo que “ser
homosexual no es normal”. Pero el hecho de que no nos guste su opinión, no nos
da derecho a censurarlo. Creo
sinceramente que en una democracia no hay
derecho a ofenderse, todas las ideas son válidas. Si alguien o un grupo dice
algo ofensivo, estúpido o de mal gusto hay que asumir que habrá otros capaces
de demostrar que eso que se dijo es ofensivo, estúpido o de mal gusto. Ahí está
nuestra responsabilidad como sociedad. Dejemos de permitir las observaciones
verbales ofensivas contra homosexuales en nuestro círculo inmediato. Es más,
dejemos de separarnos como si hubiera clases de seres humanos.
Mientras la opinión de Arce se mantiene en el nivel 1 o de Antilocución,
el sermón de Rivera ascendió al nivel 3 de discriminación. Esto es así porque
lo que Rivera dijo implica la generación activa de un ño: Rivera busca que se nieguen
oportunidades y pone prejuicios en acción en contra de los matrimonios formados
por personas del mismo sexo y sus familias diciendo que “el matrimonio homosexual
no es matrimonio, y que reconocer legalmente estas uniones o equipararlas al
matrimonio, significaría ofuscar
valores fundamentales que pertenecen al patrimonio común de la humanidad”. Esto
es, ya no sólo se trata de estereotipar a las personas, ni aislarlas, sino de
que se está calificando su matrimonio como una afrenta a valores, y eso implica,
la realización de actos por parte de este grupo (en México mayoritario) para ñar a una
minoría. Para mi, inclusive,
ello implica potencialmente brincar al nivel 4 o de agresión física. Tal y como
sucedió afuera de la Catedral.
Ahora, debo reiterar que la
Iglesia está en su derecho de opinar y desafiar legalmente la reforma. Más no
considero que sea responsable que una autoridad moral diga que el matrimonio
homosexual es una agresión, pues cualquiera sabe que a una agresión se puede
responder con otra, después de todo muchos lo entenderán como legítima defensa.
Las palabras pesan, por eso hay que ser cuidadosos con ellas.
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