martes, 24 de febrero de 2009

Día de la Bandera Mexicana

El hombre ha experimentado mucho
Nombrado a muchos celestes,
Desde que somos un diálogo,
Y podemos oír unos de otro.
-Hölderlin


LA RUPTURA
Geraldina González de la Vega
La poética de la nación mexicana se conjuga entre el pasado azteca, la independencia y la vocación guerrera de los mexicanos -¿?-. Nuestros tres símbolos nacionales: Escudo, Bandera e Himno. Los tres nos representan y nos reflejan, los tres recuerdan, unen y ahuyentan. Los símbolos interpretan una realidad que quieren dibujar a través de pinturas, música o letras. Los símbolos de una nación la interpretan a ella y la pretenden representar. La historia de un pueblo está ahí plasmada como en un lienzo. La música nos hincha los corazones, la letra las pasiones, las pupilas se incendian y surge la identificación con lo tuyo, con lo mexicano. Verde, blanco y colorado. Un águila posando sobre un nopal devorando una serpiente. Mexicanos al grito de guerra. ¿Somos eso los mexicanos?
Sobre el escudo nacional, después. Pero con el himno seré irreverente.
Sus versos me han despertado desde siempre una gran curiosidad y duda, ¿Por qué cantamos a la guerra? ¿Por qué habremos de morir en nombre de la patria? ¿Soy yo también un soldado, o es solamente una ocupación masculina? ---¿Y las adelitas?—Estrofa por estrofa el himno nacional es un canto a la batalla, a la muerte patriótica, a la sangre, a las armas y a la victoria. Himno militar, y lo militar no es un orgullo mexicano, nunca lo ha sido y más bien es motivo de turbación histórica. No lo comprendo, cómo puede el pueblo mexicano identificarse con el canto al cañón si tenemos sólo algunas batallas -que no guerras ganadas-. El subconsciente mexicano lo sabe y aunque cantamos con orgullo nuestro himno nacional, no entendemos sus palabras y siempre el fantasma de la duda recorre nuestra alma mientras entonamos “Mexicanos al grito de guerra”.
La mitología militar mexicana nos había otorgado el honor de los niños héroes, así como la conmemorada batalla de puebla o la victoria contra Crocket en el Álamo, por mencionar solamente algunas; podríamos inclusive mencionar el árbol de la noche triste, como otro episodio felíz de nuestra historia guerrera. La realidad es que los mexicanos respondemos al grito de guerra con un fervor patriótico ingenuo y primitivo. Se nos llenan los ojos de lágrimas y entonamos nuestro canto bélico sin crítica, sin conciencia y sin libertad. Cada lunes del calendario escolar nos formamos derechos a rendir honores a la bandera, como un acto automático, en el que no se comprende que ser patriota no se reduce a pararse derecho, saludar a la bandera y entonar un himno de memoria.
Los registros civiles se llenan de masiosares –aunque sean un extraño enemigo—y ahora las florerías venden macetas con su planta profanadora. Muchos niños preguntan: ¿Qué es el acero o el bridón? Nos habla de sangre. Pero también nos habla de unión y libertad, curiosamente estrofa que muy esporádicamente se canta por formar parte de la versión oficial.
La petrificación de la sociedad mexicana a través del dogma es también un signo que encuentro en el himno, por ejemplo cuando habla del destino: De la paz el arcángel divino/ Que en el cielo tu eterno destino/Por el dedo de Dios se escribió. Es pues ya destino divino de México el estatus de paz, petrificado y limitado a despertar solamente contra el extraño enemigo, enemigo que será aquél que decidan los soldados que Dios le dio a la patria, por obligación divina y no por voluntad. Hay más voluntad en los parias que se enrolan en el ejército norteamericano para obtener una green card. El paternalismo de nuevo nos hace transmitir nuestros juramentos y nuestras actitudes al poema básico de la nación en donde, ya de entrada, hemos jurado tomar las armas, morir, derramar nuestra sangre y todo por algo que ni siquiera podemos definir ¿Qué es México? ¿Qué son los blasones que no podemos dejar que manchen? El problema es la identificación de la patria con el gobierno. ¿Quién ostentará las girnaldas de oliva y laurel si los soldados –los hijos de la patria-- quedarán en el recuerdo como héores con un sepulcro de honor? La nación. ¿Qué es la nación mexicana? El Estado mexicano, la patria, el pueblo, el pasado, el presente o el futuro. ¿Quién? México. Insisto, ¿Qué es México, o quién es México. ¿Por quién debemos luchar los soldados de la patria?
El egocentrismo y la ausencia de entendimiento nos han hecho comprender que el grito de guerra es entre nosotros. Las manchas, las olas y huellas de sangre de nuestro poema nacional recorren los barrios y las calles de nuestra patria como un espectro. ¿Cuántas batallas sangrientas habremos de luchar hasta que sea la verdadera nación mexicana sincretista, dialéctica quien luzca las girnaldas en sus sienes?
El himno nacido bajo uno de los regímenes dictatoriales que marcaron el futuro de México representa una de las características del mexicano de las que Paz habla en su ensayo El Laberinto de la Soledad y me refiero a la cerrazón, siempre a la defensiva, esperando al enemigo a que venga a profanar nuestro suelo, a introducir ideas nuevas o a llevarse nuestro oro. Máscara de combate disfrazada de miedo. Simplemente se corta la cuarta estrofa en donde se menciona a Santa Anna y cuento acabado, se nos olvida el asunto. ¿Por qué negar algo que fué? un hecho es que el himno nació bajo sus auspicios. Tocado por primera vez el 16 de septiembre de 1854 ya habíamos sido derrotados en la Guerra contra Estados Unidos y sufríamos –todavía- las luchas civiles entre ideologías: conservadores, liberales, federalistas, centralistas.
Un dato que también es de mencionarse es la eliminación de la estrofa que habla sobre la guerra civil: Ya no más de tus hijos la sangre/se derrame en contienda de hermanos/ sólo encuentra el acero en tus manos/ quien tu nombre sagrado insultó. No se necesitan las armas para derramar sangre de los hermanos, puede también darse de otras maneras como lo son la inequidad social. El confinamiento y olvido de los indígenas por ejemplo, la ignorancia del pobre, del jodido. Del que no es como uno. Y hoy, más que nunca en las batallas sangrientas que a diario nos aquejan. Diario somos testigos de contiendas fraternales. La lucha entre hermanos es cosa del diario.
La eliminación de estrofas en que se refiere a los héroes y personajes de la patria, directa o indirectamente nos deja también sin pasado. Los héroes sin nombre de la segunda estrofa o en la séptima la mención de Iturbide. La octava que responde a mi pregunta anterior sobre el futuro de las mujeres en la toma de las armas, se refiere más a un machismo, al hogar, a la familia. ¿Preferimos de verdad ser lauros sangrientos que guirnaldas de mirtos y rosas?
Yo dejaría el himno así:
Mexicanos al grito de guerra con las voces de ¡Unión! ¡Libertad!

Sobre el escudo hay, simplemente, que mencionar que en la Ley –la deidad- que dice como deben ser los símbolos patrios, su uso y desuso, se describe lo siguiente:
“El Escudo Nacional está constituido por un águila mexicana, con el perfil izquierdo expuesto, la parte superior de las alas en un nivel más alto que el penacho y ligeramente desplegadas en actitud de combate; con el plumaje de sustentación hacia abajo tocando la cola y las plumas de ésta en abanico natural…”

De nuevo encontramos la defensa, de entrada estamos a la defensiva. ¿Por qué no podemos abrirnos? la apertura significa diálogo. El diálogo igualdad.
La Bandera, el Escudo y el Himno Nacionales son bellos símbolos pero dudo que representen nuestra identidad ideal, representan al guerrero, al que cierra puertas, pero no al hermano que las abre. Ya se ha planteado también: ¿Por qué elegir únicamente el pasado azteca? si en el mundo prehispánico hubo una pluralidad de civilizaciones que son lo que también forman hoy el colorido de nuestra patria.

¡Bandera de México!
Legado de nuestros héroes
Símbolo de la unidad
De nuestros padres y nuestros hermanos;
Te prometemos:
Ser siempre fieles;
A los principios de libertad y de justicia
Que hacen de nuestra Patria
La nación independiente
Humana y generosa
A la que entregamos nuestra existencia.


¿Alguna vez han analizado palabra por palabra el juramento a la bandera?

Háganlo, por lo menos hoy.