miércoles, 16 de noviembre de 2011

La Patria es Primero


La Patria es Primero
¿Primero que qué o que quién?
Por: Geraldina González de la Vega
publicado en Gurú Político el 20 de febrero de 2010

“...la patria es primero y por eso todos los actores políticos y sociales estamos llamados a anteponer el interés superior de la nación por encima del interés particular, por legítimo que sea".
-- Presidente Felipe Calderón en su discurso en San Andrés Cholula el 16 de febrero de 2010

Isaiah Berlin en su libro “La traicion de la libertad. seis enemigos de la libertad” describe cómo el pensamiento de Jean-Jacques Rousseau sobre la libertad y la autoridad, y su idea de la voluntad general, han pavimentado el camino de los grandes tiranos de la historia. El Filósofo concluye el capítulo dedicado al ginebrino diciendo que la tesis roussoniana sobre la voluntad general equivale a poder decirle a un hombre: “tú podrás creer que eres libre, tú podrás creer que eres feliz, tú podrás querer esto o aquello, pero yo sé mejor que tú qué es lo que tú quieres, aquello que te liberará” y es ésta, dice Berlin, “precisamente la siniestra paradoja de acuerdo con la cual un hombre que pierde su libertad política y que pierde su libertad económica, es liberado en un nivel mucho más alto, más profundo, más racional, más natural, el cual sólamente conoce el dictador o el Estado, o la asamblea o sólo la autoridad suprema, de forma que la más amplia libertad coincide con la autoridad más rigurosa y esclavizante...Rousseau [..] fué uno de los más siniestros y más formidables enemigos de la libertad de toda la historia del pensamiento moderno.”
Y es que en este capítulo, Berlin nos muestra cómo Rousseau en el afán de buscar una solución a la paradoja de la libertad ilimitada y la necesidad de reglas descarta el compromiso y se adhiere a la idea de que son lo mismo: “libertad y autoridad no pueden entrar en conflicto porque son una... entre más libre eres, más autoridad se tiene, y más obedeces...” La forma de unir ambos conceptos para Rousseau es fácil, se basa en la idea de que todos los hombres racionales quieren lo mismo pues “Lo que quiero necesariamente es lo que es bueno para mí, que es únicamente aquello que satisface mi naturaleza...” y como para Rousseau la naturaleza es armonía, entonces se sigue que “lo que yo realmente quiero, es decir, sólo aquello que satisface mi naturaleza, tiene que coincidir con lo que los demás –seres racionales- quieren y en consecuencia dos posibles respuestas a una pregunta genuina son incompatibles y ello es lógicamente imposible pues destruiría la armonía natural. Como la naturaleza es –debe ser- armoniosa (de otra forma se cae en la tragedia) y lo que satisface a un hombre racional necesariamente debe satisfacerlos a todos”, entonces Rousseau dice que “no es necesario buscar fines que entran en conflicto con otros fines, pues hay hombres que buscan estos fines porque son corruptos, porque no son racionales, porque no son naturales” y sigue “ser un hombre natural implica ser bueno, si todos los hombres fueren naturales, todos serían buenos, lo que buscasen sería algo que les satisfaga a ellos y a todos los hombres, unidos en un todo armonioso. Pues la unanimidad de los seres racionales que quieren fines racionales es un único fin. En el momento en que varios individuos en la asamblea se comprendan a sí mismos como un único cuerpo que tiene una voluntad única, la voluntad constante de todos los miembros del Estado se constituirá en la voluntad general.”
En el Contrato Social de Rousseau lo que se busca es que el individuo se rinda con todos sus derechos a la totalidad de la comunidad. “Si te rindes a la totalidad de la comunidad, como es que no vas a ser libre, ¿quién te obliga? Si no es X ni es Y sino el Estado el que te obliga. Pero ¿qué es el Estado? El Estado eres tú y los otros como tú, todos buscando el bien común.” En consecuencia nos explica Berlin, “Rousseau desarrolla su concepto de voluntad general que comienza con la noción inofensiva del contrato como un acuerdo voluntario, para después subir gradualmente a la idea de la voluntad general como la personificación de la voluntad de una gran entidad super-presonal”, y nos advierte Berlin, “no en el sentido del Leviatán de Hobbes, sino en algo como un equipo o un algo-más-grande-que-yo en lo que hundo mi personalidad sólo para encontrarla de nuevo.” Más adelante explica el filósofo letón “hay un momento místico en el que Rousseau misteriosamente pasa de la noción de un grupo de individuos con relaciones entre ellos voluntarias y libres, cada uno persiguiendo su propio bien, a la noción de la sumisión en algo que soy yo mismo, pero al mismo tiempo, es mayor que yo –la totalidad, la comunidad.” Y es que el problema que encuentra Berlin en esta construcción, y por la que cuenta a Rousseau como un enemigo de la libertad, es que la idea de la voluntad general, basada en la premisa de la armonía natural y la racionalidad de los hombres naturales lleva a la imposición del bien. Es decir, cuando uno se pregunta ¿qué es lo que yo deseo?, la respuesta racional siguiendo a Rousseau debe ser, aquello que satisface mi naturaleza y como debe haber armonía, la satisfacción de un hombre no puede chocar con la satisfacción verdadera de ningún otro hombre. Ahora, si yo sé que estoy bien, y sé que lo que busco es el bien verdadero, entonces quienes se oponen a mí están en un error. “Sin duda que ellos también piensan que buscan el bien, pero buscan en el lugar equivocado. Por ello, yo tengo el derecho de prevenirlos... Y este derecho lo obtengo en virtud de que si ellos supieran dónde buscar el bien, ellos buscarían lo que yo busco.” Y como se puede inferir, en virtud de que no todos los hombres saben dónde buscar el bien verdadero, pues no todos son racionales, ni naturales, entonces habrá que tratarles como incompetentes básicos y cabrían aquí conductas paternalistas justificables, es decir, que los hombres que sí han encontrado la verdad moral pueden hablar por ellos, en su nombre. Y es esta para Berlin la doctrina central de Rousseau, “la doctrina que lleva a la servidumbre y por esta ruta del endiosamiento de la noción de la libertad absoluta, gradualmente se alcanza la noción de despotismo absoluto.”

Un gobierno que pone “el interés superior de la nación” por encima de los intereses particulares se ubica como el hombre moralmente superior de Rousseau que sabe mejor que otros lo que es bueno o verdadero. La retórica de Calderón no habla sobre compromiso, consenso, búsqueda de soluciones adecuadas, sentido común y respeto mutuo, respeto por los deseos de los demás, diálogo, tolerancia; no, habla de la voluntad general, de la voluntad común de todos, del interés superior de la nación, de la patria que requiere que los confundidos, corruptos, irracionales de nosotros dejemos de buscar satisfacciones equivocadas, no verdaderas. “La patria es primero” nos recuerda el Presidente en San Andrés Cholula, por eso hay que dejar a un lado nuestra libertad de expresión y pensamiento, nuestra ideología, nuestra filosofía de vida o nuestra religión, nuestras convicciones, porque según el Presidente todo eso hace daño a “la patria”, a los intereses superiores de la nación, de esa unidad en la diversidad, de ese equipo que formamos los mexicanos y que nos representa a todos, que es nosotros, pero que es superior a nosotros, que representa el bien común que todos debemos perseguir, si somos racionales. El Presidente confunde las partes con el todo. Aquí entran a los que tachó de profesionales de la crítica, los miembros de familias disfuncionales, los que “no conocen a Dios”, las mujeres que abortan, los que no aplauden sus medidas, los que no creen en sus medios, y recientemente, los homosexuales; todos ellos que anteponen sus intereses particulares al gran totem nacional, porque, por incompetentes, no saben buscar lo que satisface a los hombres racionales. En la mira del Ejecutivo estamos equivocados, no sabemos lo que queremos, buscamos el bien verdadero en lugares equivocados, por eso debemos dejar nuestros intereses particulares, aunque sean legítimos, para subordinarnos a la patria, a la volonté générale.
Según el Presidente ese ente superior que llama “la nación” tiene intereses que son más importantes que los míos, pues como individuo no cuento. No tengo derecho a pensar diferente ni a decir nada diferente, por supuesto tampoco a querer nada diferente. Cuento en la medida en que formo parte de la patria. La individualidad, el ejercicio de la libertad, la autonomía, son palabras que para Felipe Calderón deberían desterrarse del discurso mexicano porque no se pueden –no se deben- anteponer a intereses superiores, más importantes, verdaderos; es decir, los de la nación, los del todo.
Aludiendo a Vicente Guerrero, el discurso del Presidente hace uso de una frase que en su momento y en su contexto demostraba el convencimiento de un hombre que luchó por la libertad, aún en contra de su propio padre. Calderón la usa para limitar esa libertad por la que Guerrero peleó y murió, ¡que paradójico!
Isaiah Berlin explica que según Rousseau, “el hombre que no ha podido reconocer la verdad, estará agradecido con el que sí la ha logrado descubir y se la pueda mostrar para descubrir su verdadero ser” y agrega “este es el corazón de su famosa doctrina y no hay dictador en occidente que en los años posteriores a Rousseau no haya usado esta monstruosa paradoja para justificar su comportamiento. Los Jacobinos, Robespierre, Hitler, Mussolini, los comunistas, todos ellos usan este mismo argumento que asegura que hay hombres que no saben lo que realmente quieren y por ello, al quererlo por ellos y en su nombre, les damos lo que en algún sentido oculto y sin que ellos lo sepan, ellos realmente quieren.”
¿Qué habrá querido decir, exactamente, el Presidente Calderón con esa frase?