Abuso de menores y religión
Por: Geraldina González de la Vega
Todos estamos consternados por las acusaciones de pederastia y brutalidad cometidos por miembros de la Iglesia católica en Irlanda, Estados Unidos, Alemania, México y quién sabe cuántos países más. Nos indigna mucho más que la Iglesia calle, que la Iglesia encubra o haya encubrido y sobre todo, que la Iglesia invierta los papeles y se victimice frente a cientos de niños y niñas abusados sexual, física y mentalmente por quienes se supone guardan autoridad moral y son representantes de Dios en la tierra.
La pederastia es un crímen terríble y creo que no hay conducta que ofenda más a la sociedad que los abusos cometidos contra niños y niñas. Es obvio que éste no es un crímen exclusivo de la Iglesia, desafortunadamente hay pederastas en las escuelas laicas, en los centros deportivos, entre los amigos y los vecinos, entre la misma familia. Pero aquí me voy a referir no al abuso sexual cometido por sacerdotes, sino al abuso mental, al que se somete a los menores al indoctrinarles en una religión, cualquier religión.
La religión católica tiene como núcleo el pecado y el castigo, si uno obedece la “ley de Dios”, no comete pecados y por ende, al morir, irá al cielo por la eternidad. En cambio, si uno desobedece y comete pecados, irá al infierno en donde pasará en tortura infinita un tiempo infinito. Lo que sea pecado es algo más o menos discrecional, pues la Biblia, como todos sabemos, es un libro contradictorio. De manera que dependiendo de la ortodoxia de cada sacerdote o padre de familia, la lista de pecados se aumenta o disminuye. Para exponer lo que quiero decir contaré una anécdota personal:
A los 12 o 13 años, por alguna razón que aún no tengo clara, decidí ir a clases de catecismo. Me aceptaron y me incorporaron a un grupo de puras niñas, por supuesto hay que separar, el machismo y la degradación de la mujer en todas las religiones es detestable. Mis compañeritas eran pequeñitas de entre los 6 y los 8 años. Mi “maestro” tenía unos 16 o 17. Me dió el librito, que era como un cómic que contaba la historia de Jesús. Comenzó la clase, el tema eran los pecados y el infierno. Una niña a mi lado, levantó la mano y preguntó si “no hacer la tarea era pecado”, el maestrito respondió con gran solvencia “sí, es pecado”, la niña se puso a llorar desconsoladamente, con terror. Yo la consolé y le dije que eso no era cierto, que Dios no podía ser tan malo como para considerar que no hacer la tarea fuera una falta tan terríble como para mandarte a arder al infierno. El catequista me corrió de clase, gracias a Dios. Y ese fué mi primer y último encuentro con la fe.
¿Por qué cuento esto? Porque lo que quiero decir es que hoy nos sentimos profundamente ofendidos por los abusos sexuales y brutalidades cometidas por sacerdotes y otros miembros de la Iglesia católica, pero no reparamos en el abuso mental que implica indoctrinar a menores de edad en una religión. La que sea, eso no es exclusivo de la religión católica. Hablo de la católica porque es la que conozco.
Abusar de la mente de los niños y niñas y amedrentarlos con un infierno en llamas, rodeados de hombres y mujeres malos, pecadores –de los que de entrada el menor descarta a sus padres, y no hay nada que mas tema un niño que imaginarse un día sin ellos- un demonio horroroso y terrorífico que los torturará por la eternidad ¡por no haber hecho la tarea o haber peleado con el hermano! Lo peor de todo esto es que junto con el pánico al infierno y el temor que hay que tenerle a un Dios que todo lo oye, lo vé y lo siente, (se repite esta frase con cierta frecuencia en misa “hay que temerle al Señor”), la religión clausura, en los casos más extremos totalmente, la naturaleza inquisidora del niño. El típico ¿y por qué? de los niños se responde con ‘porque Dios lo hizo’, ‘porque Dios lo quiso’, y así, ad infinitum. ‘Hay que ser buenos, porque sino se ofende a Dios’. ¿Qué tal mejor un ‘hay que ser buenos porque eso es lo correcto’? Se les dice que el planeta tiene unos 6 mil años, que los seres humanos convivieron con los dinosaurios, que las estrellas y los planetas son creación de Dios, igual que los valles y las montañas, los cangrejos y sí, nosotros. La química, la biología, la cosmología, astrología, física, etcétera, todas las ciencias son borradas de un plumazo. Y aquí viene el gancho, si no crees en ello, Dios se enoja, y ¿sabes qué? ajá, es pecado ¡al infierno!
Se indoctrina a los hijos en esas religiones que condenan a las mujeres y a los homosexuales a ser seres humanos de segunda, que no consideran la evidencia sino el dogma, que buscan imponer a los demás su forma de pensar, que esperan confundir su moral con el derecho y que aspiran a que un día todos nublemos nuestra razón con sus dogmas que a cualquier mente racional le suenan irracionales y contradictorios.
Cada quien es libre de creer en lo que mejor le parezca. De eso no hay duda. Y personalmente encuentro importantísima ésta libertad. El punto que pretendo hacer aquí es que si bien los padres de familia pueden creer en lo que mejor les parezca, no pueden imponer a sus hijos formas de pensar, por más bien intencionados que sean.
El punto que quiero hacer es doble: por un lado se abusa mentalmente de los niños al imponerles un mundo en el que sólo existe la dicotomía cielo-infierno y en el que existe una amenaza latente, tanto para él, como para sus seres queridos de ir al infierno. Por otro lado, es un derecho de los niños y las niñas el no ser indoctrinados por sus padres, da igual qué dogma se les busque imponer, sea éste religioso o político. No aceptaríamos catecismos marxistas, ni tampoco la iniciación a la socialdemocracia para lavar los pecados del recién nacido. Los padres no inscriben a sus hijos al Gymboree del menor republicano, tampoco festejamos en el San Angel Inn la aceptación del capitalismo como ideología de los hijos de nuestro vecino. ¿Por qué aceptamos que los padres abusen de sus hijos como si fueran de su propiedad y asistimos a bautizos, primeras comuniones y confirmaciones impuestas? ¿Estamos seguros de que esos niños, teniendo toda la información posible, eligirían formar parte de esa religión?
Por qué no mejor permitir una educación laica en la que se enseñe todas las religiones de forma crítica a los menores para que éstos decidan, cuando sientan que tienen toda la información posible, a cuál de ellas pertenecer o no pertenecer a ninguna. ¿Por qué imponerla desde el nacimiento? ¿Por qué indoctrinar al menor, para hacerlo sentir culpable de dudar, de inquirir, de aprender? ¿Para amenazarlo con arder en el infierno si llega a dudar lo que sus padres y sacerdotes le dicen?
Peor, la indoctrinación de niños y niñas crea adultos llenos de prejuicios, intolerantes y discriminadores e ignorantes. No está de más mencionar el ejemplo que se vive en México actualmente con la legalización del matrimonio y adopciones gay. El punto es, ¿qué diferencia hay entre el indoctrinamiento religioso y el que sucedía en los países comunistas (en Cuba todavía)? ¿Qué diferencia hay entre un niño que repite que “los homosexuales son anormales” con uno que repite que “el mundo sólo pertenece a los blancos”?
Hace un año vimos en los periódicos una nota sobre unos padres en Winnipeg, Canadá que “educaban” a sus hijos en una ideología fascista. Los pequeños, menores de 10 años, portaban en sus playeras o mochilas swasticas y decían, convencidos, que "los negros merecen ser golpeados hasta la muerte." También leímos la historia del pequeño de New Jersey que iba a celebrar su cumpleaños y papá decidió mandarle a hacer un pastel “Happy Birthday Adolf Hitler” decía. Y es que little Adolf celebraría en una fiestecita sus 5 años junto con su hermanita, Arian Nation de 3. Tanto los menores de Winnipeg como los de New Jersey fueron removidos de la custodia de sus padres porque las autoridades consideraron que la educación recibida era indoctrinación y esto era perjudicial para ellos. El Profesor Helmut-Harry Loewen de la Universidad de Winnipeg opinó que con ello “se estaba abriendo la caja de pandora”, pues se remueve la custodia de los hijos basado en las convicciones políticas o religiosas de los padres. En el caso de Winnipeg, Canadá, el abogado del Ministerio de Menores, justificó la remoción de la custiodia, diciendo que es criminal “pintar a un niño como se pinta a una tabla con tinta”, si se refiere a la indoctrinación de los hijos, pues me pregunto entonces aquí qué papel juegan las religiones, son doctrinas que, mutatis mutandis, también "pintan en el niño como se pinta a una tabla con tinta".
En este sentido comparto la postura del psicólogo Nicholas Humphrey, citado por Richard Dawkins en su excelente libro “El Espejismo de Dios” y en el que baso la argumentación aquí presentada (Capítulo 9). Dice Humphrey que “la libertad de expresión es una libertad demasiado preciada como para meterse con ella...Pero existe una importante excepción: la censura a favor de los niños.” En la cátedra Amnesty Lecture en Oxford en 1997, Humphrey explicó en qué consistía esta censura:
“Los niños y las niñas tienen el derecho humano de que sus mentes no sean inutilizadas debido a la exposición de las malas ideas de algunas personas –sin importar quiénes son éstas personas. Los padres, de la misma forma, no tienen licencia de Dios para la endoculturación* de sus hijos en lo que sea que ellos hayan personalmente elegido: no tienen derecho a limitar los horizontes del conocimiento de sus hijos, a educarlos en una atmósfera de dogmas y supersticiones o de insistir que sigan el angosto y recto camino de su propia fe.
En resumen, los niños y las niñas tienen el derecho a no tener sus mentes aturdidas por el sinsentido y nosotros, como sociedad, tenemos el deber de protegerlos de ello. Por ello no debemos permitir a los padres que enseñen a sus hijos a creer por ejemplo en la verdad literal de la Biblia o que los planetas regulan sus vidas, así como tampoco podemos permitir que les tiren los dientes o los encierren en un calabozo.”
Dawkins agrega: Los padres no deben enseñar a sus hijos qué pensar, sino cómo pensar... El punto es que sea privilegio de los niños y las niñas decidir lo que ellos quieran pensar y no el privilegio de los padres imponerlo por force majeure. En suma, no se trata de prohibir la religión, ni prohibir los catecismos, no. Se trata de evitar el abuso mental. Se trata de evitar la indoctrinación de menores, en creencias religiosas o políticas o de cualquier tipo. Se trata de abogar por la educación científica y crítica de los niños y las niñas. Se trata de distinguir entre la educación y la religiosidad y que los niños y las niñas aprendan a distinguir un ámbito de otro para que la fe no les impida entender la ciencia. Se trata de exigir a los padres que respeten el derecho de los menores a decidir por ellos mismos qué creer, darles todas las herramientas del conocimiento posibles, sólo así serán, de verdad, mejores personas.
*La endoculturación es el proceso por el cual la generación más antigua transmite sus formas de pensar, conocimientos, costumbres y reglas a la generación más joven. La endoculturación se basa, principalmente, en el control que la generación de más edad ejerce sobre los medios de premiar y castigar a los niños. Cada generación es programada no sólo para replicar la conducta de la generación anterior, sino también para premiar la conducta que se adecue a las pautas de su propia experiencia de endoculturación y castigar, o al menos no premiar, la conducta que se desvía de éstas. (Wikipedia)
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