domingo, 1 de agosto de 2010

Alemania y la Unión Europea

Alemania y la Unión Europea

Por: Geraldina González de la Vega

publicada el 12 de abril en el Poder de las Ideas en Eje Central

En los últimos días la prensa internacional ha criticado duramente a Angela Merkel, canciller de Alemania, por la dureza de su postura ante la crisis económica en Grecia. Se le ha dicho desde egoísta hasta pazguata, editoriales en medios estadounidenses, británicos, españoles, franceses y hasta alemanes, llamaron a Angela Merkel a ser solidaria con los griegos y a dejar la testarudez y nacionalismo a un lado. Lluís Bassets periodista de El País, publica en su blog Del Alfiler al Elefante una entrada donde critica a la canciller alemana por su falta de solidaridad europea, la llama “Merkel Ensimismada” y le recuerda que sus antecesores participaron con enorme empeño en la construcción de la Unión Europea y la unión monetaria. Me llama la atención que ahora se le achaque a Merkel no seguir los pasos de Adenauer y Kohl (emblemáticos cancilleres del mismo partido que Merkel), como si la posición de Merkel fuera de pura necedad y como si los cancilleres con más años al frente del gobierno alemán hubieran sido unos buenos samaritanos que buscaban concretar un ideal romántico: unir a Europa porque sí.

La realidad es que Merkel sigue los pasos de ambos, y lo ha demostrado en sus casi cinco años de Gobierno. En el caso de la crisis griega, me queda claro que para ella es tan importante Europa que no está dispuesta a tomar medidas cortoplacistas y populares, su propuesta, que al final fué aceptada en Bruselas, fué sí, ayudar a Grecia, pero en el marco de la legalidad europea y con una visión a largo plazo basada en evitar que los miembros de la unión monetaria vuelvan a incurrir en las faltas en que Grecia incurrió. Alemania no huyó de su responsabilidad como miembro de la Unión, simplemente dejó en claro que no es justo que uno de los miembros rompa los platos y luego todos le exijan a Alemania que los pague, por solidaridad.

Por lo que hace a la “linea europea de los antepasados”, vale la pena recordar los motivos por los que todos los cancilleres de las Alemanias divididas se obsesionaron con la idea de Europa, y es que sus motivos no eran puramente europeos, sino más bien puramente alemanes:

Durante la Guerra Fría, tanto la politica exterior alemana, como la política internacional estuvieron dominadas por la llamada Cuestión sobre Berlín, misma que formaba parte de la Cuestión sobre Alemania, es decir, en su reunificación y la extensión de su territorio. Todos los cancilleres alemanes hasta 1990, desde Konrad Adenauer hasta Helmut Kohl, tuvieron como propósito volver a unir a las dos Alemanias, no sólamente como cuestión personal o política de partido, sino como obligación fundamental. La misma Ley Fundamental alemana lo estableció como objetivo primordial, lo vemos claramente en su carácter provisional --por eso la alemana no se llamó Constitución, sino Ley Fundamental— así como en su Preámbulo, dónde se estableció hasta 1989 la reunificación alemana como un fin fundamental, procedimiento que se encontraba regulado en el artículo 23. Éste artículo sirvió de base para la reunificación a nivel constitucional de los dos Estados y fué después modificado para alojar las reglas para la relación de la República Federal Alemana con la Unión Europea.

De ello se sigue que los trazos de la política exterior alemana de la RFA estuvieron siempre dirigidos hacia el debilitamiento de la RDA para “recuperarla”, lo que se podría lograr sólamente anclándose a Occidente. Una Europa fuerte y una OTAN unida terminarían por debilitar al Pacto de Varsovia.

La Cuestión de Berlín tuvo entre 1945 y hasta 1989, 5 momentos críticos: En las conferencias de Yalta y Potsdam para la repartición del territorio entre los cuatro aliados; en la introducción de la reforma económica y del marco alemán en la zona occidental y el bloqueo de Berlín occidental por los soviéticos; en el ultimátum de Jrushchov; en la construcción del muro y la consecuente tensión en las relaciones durante los años siguientes; en 1971 cuando se firma el Acuerdo de los cuatro poderes sobre Berlín en que se establecen las bases del estatus jurídico del estado dividido y comienza el periodo de Détente, la relación con Berlín occidental con la RFA y el acceso a ella; y, en 1989 con la caída del muro y el inicio “del cambio” o “Die Wende”.

En un análisis del diario belga Le Soir, publicado el 8 de agosto de 1961, trató la cuestión y criticó a las partes involucradas por no ver más allá de sus propios intereses y del mantenimiento del status quo que conviene a cada parte. Además, como bien apuntaba Le Soir, la Cuestión sobre Berlín no trataba solamente de la reunificación alemana, sino del status quo europeo. “Si la RFA integrara a la RDA a su territorio, entonces el problema de las fronteras podría desplazarse hacia Polonia.” El espíritu de la política internacional, apoyada por los germanos occidentales, según Le Soir, sería “París se defiende en Berlín”. El artículo de Le Soir analizó la situación desde ambos frentes: para los soviéticos sería ventajoso firmar el tratado de paz con la RDA, pues reconocería de facto a este Estado, lo que obligaría al gobierno de la RFA y a los aliados a negociar con ellos las vías de comunicación, lo que aplastaría la política reivindicativa de Bonn y otorgaría a la RDA el derecho de negociar sus fronteras. Por el lado de Adenauer, dijo Le Soir, el punto de vista no es muy distinto. Busca revisar el status quo de Berlín después de la guerra, pero en el sentido opuesto. Adenauer declaró que el Gobierno federal rechaza toda propuesta del problema alemán sobre la base del mantenimiento del statu quo de pos-guerra, el cual se niega a reconocer y se propone revisar.

La Cuestión sobre Berlín como lo mostró Le Soir, contenía varios aspectos y es que en una ciudad se concentraba el juego de ajedrez de los dos imperios en que se dividía el mundo.

Por ello, entender el problema de Berlín entre 1949 y 1990 es entender el marco dentro del cual se movía la política exterior alemana (RFA). La Cuestión sobre Berlín puede dividirse en cinco dimensiones: la dimensión de derecho internacional, la dimensión nacional, la diplomática, la geopolítica y la humanitaria. El acercamiento a todas las cuestiones relacionadas con Berlín, y su división en Berlín oriental y occidental, debían tomar en consideración estas cinco dimensiones, pues la ciudad se convirtió en el tablero de “Turista” de los poderes mundiales y en la carta con la que los cancilleres Adenauer, Erhard, Kiesinger, Brandt, Schmidt y Kohl jugaron al póker para ganar la unidad alemana.

La orientación de la política de Adenauer hacia Occidente y Europa estaba fincada en su convicción de lograr la reunificación. Para él los intereses alemanes y los intereses europeos eran idénticos. Era recíproco, sin Alemania no habría una Europa unida, sin ella, la libertad y la seguridad de Alemania no estarían garantizadas. En un discurso de 1948, mencionó que son idénticas el rescate de Alemania que el rescate de Europa. La política europea para Adenauer era un medio para garantizar la seguridad, la igualdad y la reunificación y dependia por otro lado de la seguridad y la libertad de los estados de Europa occidental y su unidad. Adenauer veía esto como un encadenamiento de intereses, este punto fué clave para entender su política para Alemania.

En un discurso ante la directiva del CDU (su partido) en 1958, dijo “como vemos –y sobre ello debemos ser muy claros- es totalmente irreal creer que la cuestión de la reunificación de Alemania se puede resolver sin que desaparezcan las tensiones que hay en el mundo.” Para Adenauer la reunificación era una cuestión vital para Europa, “es necesaria la integridad de Alemania para colocar un dique frente a los soviéticos” pensaba. Es conocida la reconciliación franco-alemana y la cercana relación que tuvo Adenauer con de Gaulle. Precisamente es en la posguerra, y debido a la ocupación francesa en la zona del Rín-Rur que se echan a andar la Comunidad Europea del Carbón y del Acero y la Comunidad Nuclear (Euratom), embriones de la Comunidad Económica Europea (CEE).

Entre 1969 y 1982 la cuestion alemana, y con ello la política exterior de la RFA, sufrió un cambio gracias al nuevo gobierno socialdemócrata-liberal, primero de Willy Brandt, y luego de Hemlut Schmidt. La llegada de Brandt dió un gran respiro a la enorme tensión que ya se había creado entre ambos bloques y concretamente entre ambas Alemanias. El estilo de Adenauer y de sus dos sucesores terminó por sofocar a los alemanes, quienes después de 20 años decidieron darle una oportunidad al SPD. La nueva política de Brandt, de corte pragmático y conocida como “Ostpolitik” abandonó la doctrina Hallstein de Adenauer –básicamente ignorar a la RDA- y se fundó en la idea desarrollada por su asesor Egon Bahr de “pequeños pasos” lo que le dió un mejor resultado en su acercamiento con la RDA y le valió un premio nobel de la paz en 1971. Para 1972, se firmó un tratado fundamental entre las dos Alemanias y que fué la piedra angular de sus relaciones hasta bien entrada la década de los ochenta. Brandt, también fiel al acercamiento alemán hacia occidente, mantuvo relaciones cercanas con Georges Pompidou y Richard Nixon. Helmut Schmidt, quien lo sucediera después de su renuncia, mantuvo el ánimo euroatlántico y fundó, junto con Valéry Giscard d’Estaing, el Consejo Europeo y promovió la creación del Fondo Europeo de Desarrollo Regional y del Sistema Monetario Europeo.

En 1982 Helmut Schmidt fué removido mediante moción de censura constructiva pues su socio de coalición, el FDP lidereado por Hans-Dietrich Genscher, le retiró la confianza y pactó un cambio de gobierno con la Unión Demócratacristiana de Helmut Kohl. Aquel octubre de 1982 comenzaba la RFA un nuevo gobierno que duraría 16 años y durante el cual, se realizaría el sueño de los anteriores cinco cancilleres: la reunificación alemana.

Helmut Kohl continuó con la “Ostpolitik” y siguió frecuentando la amistad con Francia, primero con Giscard d’Estaing, quien, confiesa Kohl, no le caía muy bien; y después con su sucesor, François Mitterrand, de quien Kohl se hizo gran amigo personal. Kohl, fiel al principio de Adenauer, cultivó las relaciones euroatlánticas, fortaleció Europa y la OTAN, pero al mismo tiempo buscó un acercamiento con Erich Honecker, Presidente de la RDA desde 1976. Kohl cuenta en sus memorias que se encontró con Honecker en varias ocasiones, pues durante los primeros años de su gobierno tuvo que asistir a varios funerales en Moscú ya que la URSS perdió 3 secretarios generales del PCUS hasta el nombramiento de Mijail Gorbachov en 1985. En estos encuentros Helmut Kohl intentaba por medio de la charla común hacerle ver a Honecker que eran mucho más cercanos ellos dos, que con Andropov o Chernenko, “¡ambos eran alemanes!”

Entre 1983 y 1989, año en que implotara el comunismo europeo, el gobierno de Kohl se dedicó a soportar económicamente la fallida política de la RDA. Hoy se sabe que se hicieron préstamos de millones de marcos alemanes y que la RDA vendía a la RFA presos políticos para hacerse del dinero que le faltaba para financiar su sistema de seguridad “de la cuna a la tumba.” Kohl y Honecker se reunieron además mediante visitas mutuas que ambos mandatarios se hicieron entre 1983 y 1987. En 1985 Mijail Gorbachov es electo secretario general y comienza a introducir las reformas que todos conocemos con los nombres rusos: Perestroika y Glasnost. Y fueron la Transparencia y la Reestructuración las que ayudaron a tirar los cimientos de esos viejos aparatos burocráticos.

Helmut Kohl, con un pie bien anclado en Occidente, jaló a la rota y agotada RDA hacia la Alemania democrática y constitucional. En 1989 el muró de Berlín finalmente cayó y Kohl, respaldado por Miterrand y George Bush Sr., aunque no por Margaret Thatcher, pavimentó el camino para una rápida integración de la RDA a la RFA que pienso, no hubiera sido posible sin los cimientos de la Unión Europea que durante su gobierno fueron puestos: Helmut Kohl impulsó la unión monetaria de Europa y la transformación de la Comunidad Europea (económica) en la unión política que hoy conocemos como Unión Europea y que se concreta en el Tratado de Maastricht de 1993. La política de Kohl desde el principio intentó conciliar las cuestiones prácticas de la relación alemana-alemana, pero siempre tuvo muy en claro que el objetivo primordial sería el postulado de la reunificación de la Ley Fundamental. En general la política de Kohl se caracterizó por la obstinación de Adenauer de la apertura de la cuestión alemana y la continuidad de las líneas trazadas por Brandt y Schmidt.

Fué inclusive a Hemlut Kohl a quien tocó la entrada en vigor de la llamada decisión de doble track de la OTAN para establecer en el territorio alemán misiles que aseguraran la mutua destrucción de ambos bloques, la cual tocó proponer y negociar a su antecesor, Helmut Schmidt. La impopular decisión se basó en el convencimiento de Schmidt de que sería la única forma de rescatar a Alemania de su posición geopolítica y reposicionarla en Occidente. De nuevo, la misma idea, en la medida en que la República Federal Alemana sea importante para Occidente, podrá lograr la integración de la República Demócratica a su sistema democrático constitucional y de economía social de mercado.

Con el proceso de reunificación, Kohl firmó junto con la casi extinta RDA el tratado dos por cuatro con los aliados: la URSS, Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos, para recuperar la soberanía de su territorio. Ingresó a la OTAN ya como una sóla Alemania, y el proceso de integración de la RDA a la RFA implicó también su ingreso a las reglas de la Unión Económica Europea.

Al final del día Europa sirvió para Alemania, lo mismo que ha servido para los más de 20 países que ingresaron poco a poco a la Unión de los seis desde principios de los setenta. La candidatura, y después la membresía, las veo como una cuerda que sirve a los países de Europa para ir subiendo la empinada cúspide de la consolidación democrática, del respeto al Estado de Derecho y de los derechos fundamentales y del establecimiento de las reglas de la economía social de mercado.

La Europa de los 27 no es un grupo de buenos samaritanos que se han unido para ser buenos amigos y ayudarse en las buenas y en las malas. Es una Unión de conveniencia. Eso no es malo. A todos los miembros conviene que los 27 (y los candidatos haciendo fila para unirse) mantengan esos tres pilares (política, economía y derecho) que son la garantía de la estabilidad de Europa. A nadie conviene que cuando uno de los miembros incumple las normas y entra en crisis, los demás salten a ayudarle pensando “hoy por tí mañana por mí”. Después de todo, los mismos principios que aplican en una sociedad para el cumplimiento de normas y la imposición de sanciones, aplican entre éstas naciones. Si entre ciudadanos no esperamos que se condone y ayude con dinero público al que ha perdido sus bienes jugando al póker, ¿por qué habrían los alemanes, quienes han cumplido las reglas, de ayudar desinteresadamente y sin condiciones a los griegos, quienes no las han cumplido?

Angela Merkel no está faltando a la tradición proeuropea de la Alemania de posguerra, simplemente está resguardando el Estado de Derecho y los intereses de los miembros que sí cumplen y eso implica el resguardo de Europa. Para Alemania sigue igual de claro que la estabilidad de Europa es la estabilidad de Alemania, y viceversa. Seguramente Helmut Kohl hubiera actuado igual.

Colofón:

Herzlichen Glückwunsch! Se dice al felicitar a alguien, y es que el fin de semana pasado Helmut Kohl celebró su cumpleaños 80, Richard von Wiezsäcker, ex-Presidente Federal entre 1984 y 1994, celebra la próxima semana su cumpleaños 90, y Angela Merkel está de fiesta por su décimo aniversario como presidenta de su partido, la CDU (Unión Demócratacristiana).

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